Etapas en el crecimiento espiritual del cristiano
Cada etapa de la vida del cristiano es diferente, Dios no trata igual a un “recién nacido” cristiano que a alguien maduro.
A un bebé recién nacido no se le puede dar muchas responsabilidades, tampoco vamos a poder sentarnos a hacer una disertación filosófica con el bebé, lo cuidamos, lo tenemos mucho tiempo en brazos, lo alimentamos y cambiamos los pañales y, a medida que va creciendo, las cosas cambian. Con el tiempo vamos a poder darle de comer otros alimentos, conversar con ellos y, en la medida que se hacen grandes, van adquiriendo responsabilidades y el trato cambia.
Si una persona de 20 años va llorando a su padre, a los gritos, esperando que éste le dé comida, evidentemente esa persona tiene un problema. Ese problema podría estar en algún tipo de enfermedad mental en la persona misma, o en una crianza irresponsable por parte de sus padres.
La madurez de un cristiano es similar. Sin dudas Dios tiene un cuidado especial por Sus hijos “recién nacidos”, por aquellos que están dando sus primeros pasos en conocerle y relacionarse con Él. A medida que crecemos espiritualmente, el trato de Dios es distinto, hay nuevos privilegios, pero también se espera de nosotros que asumamos responsabilidades.
Además, Dios no hace el trabajo solo, sino que se vale de otros creyentes maduros que guíen y ayuden a los débiles e inexpertos. El cristiano maduro va a acompañar a ese cristiano “bebé”, tratándolo como a un hijo (como Pablo en 1 Co. 4:15), ayudándole a crecer, con paciencia y amor. Pero cuando ya pasa un tiempo, se espera que esta persona alcance madurez en la relación con Dios y pueda comer “alimento sólido” y tener una relación más madura con Dios y con sus hermanos en Cristo.
La inmadurez del creyente que aceptó a Cristo hace años se debe, principalmente, a que se niega a hacer lo necesario en su relación con Dios, no se alimenta con la Palabra, no participa en la oración, no se congrega con los hermanos, no practica lo que ha aprendido de las Escrituras.
No obstante, a veces también los líderes tienen cierta responsabilidad, porque son como esos padres que malcrían a sus hijos y no los preparan para asumir responsabilidades. No quieren que sus hijos crezcan y se vayan de casa, entonces no les enseñan lo necesario para alcanzar los requerimientos de una vida adulta.
Lamentablemente, hay líderes cristianos que no quieren que la gente crezca, no quieren que quizá un día se vayan de la Iglesia para servir en otro lado, conforme al llamado de Dios, no quieren que sus “hijos” les estén señalando los errores, porque eso quizá sería humillante. Entonces, en lugar de prepararlos para servir a Dios teniendo una relación sana y madura con el Señor, los acostumbran a depender constantemente de ellos, la única “comida” que la gente recibe es la que ellos le dan en la prédica del fin de semana y la única responsabilidad que se les pide que asuman es la de estar en su asiento en la próxima reunión. ¿Cómo se va a producir el crecimiento así?
Siempre intenté que mis hijos pudieran aprender a pensar por sí mismos, a analizar críticamente cada cosa que se les dice, cada situación, a ser analíticos y críticos aún de lo que yo mismo les digo o enseño. Creo que eso mismo debemos hacer con aquellos a quienes enseñamos y guiamos en la relación con Dios.
No quiero que los demás estén de acuerdo con todo lo que yo digo, quiero que saquen sus propias conclusiones, que tengan sus propias experiencias y desarrollen su propia relación con Dios y el Señor Jesucristo. Si alguien se aferra a mí, va a caer en el momento que yo caiga. Si alguien se aferra a Dios, jamás caerá, porque Dios jamás caerá.
Parte de madurar espiritualmente es entender que todos los humanos fallamos, todos en algún momento defraudamos a los demás (muchas veces aún sin intención) y, entendiendo eso, no hay que poner falsas expectativas en ningún líder, maestro o predicador y, a la vez, valorar el esfuerzo que hacen por acompañar el crecimiento de los más jóvenes e inexpertos, aprendiendo a perdonar cuando fallan o no cubren tus expectativas.
No vivamos el cristianismo como una empresa en la que hay un jefe y muchos empleados, sino, como realmente es ¡una familia en Cristo!
“Por lo tanto, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, y en especial a los de la familia de la fe.” GÁLATAS 6:10
La información sobre las versiones de la Biblia citadas en este estudio y otros puede verla en la siguiente página: Referencias de versiones de la Biblia
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