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El mono y el pez

Por Pablo Pereyra

Una frase, erróneamente atribuida a Einstein, dice que: “todos somos genios, pero si juzgas a un pez por su habilidad para trepar un árbol, vivirá toda su vida creyendo que es un estúpido”. Más allá de que no fue Einstein quien la dijo, esta frase encierra una gran verdad.

Y esto me lleva a la reflexión ¿Cuántas veces intentamos ayudar a otras personas basados en lo que funciona para nosotros y, cuando esa persona no acepta o no puede seguir nuestro consejo, la juzgamos como estúpida, perezosa, incompetente o incrédula?

Supongamos que el pez está pasando hambre y necesidad y el mono le dice “no te preocupes, te dejo venir a mi árbol, te enseño cómo trepar y podrás comer todos los frutos que quieras”. ¿Qué pasaría con el pez? Pronto se dará cuenta que no puede trepar como el mono, se va a sentir frustrado y, peor aún, otros monos podrían juzgar al pez y decirle que en realidad él no quiere trepar el árbol, o que no tiene suficiente “fe”.

Como personas, hacemos esto todo el tiempo: evaluamos a otros en base a nuestras propias características y habilidades y, cuando queremos ayudarlas, también lo hacemos en base a lo que nos sirve a nosotros, sin pensar en cuáles son las habilidades o capacidades del otro y cómo ayudar a los demás conforme a sus propias características.

Tenemos que entender que no todos pueden ser empresarios, ni todos se sienten bien siendo empleados de tiempo completo; no todos son aptos para el trabajo físico pesado, ni todos son eficaces en trabajos que requieren el intelecto; no a todos les gusta leer mucho, no todos son hábiles para un oficio, no todos quieren tener hijos y una familia.

Algunos son hábiles con las matemáticas, otros con la historia, otros son hábiles para actividades manuales, otros son buenos con la música; a algunos les encanta hacer trabajos de fuerza, o son buenos con los deportes; algunos soportan mejor el daño físico y otros soportan más la presión mental y emocional; algunos disfrutan estar rodeados de gente, mientras que otros prefieren estar solos y rodeados de libros; algunos no pueden estar ni una hora frente a una computadora y ya se sienten inquietos, otros pueden pasarse horas estáticos, programando o diseñando. ¡Cada uno de nosotros es diferente!

En lo espiritual es lo mismo, Dios nos ha llamado para diferentes funciones, no todos son buenos para estudiar e investigar la Biblia, no todos son hábiles para enseñar, no todos son buenos para predicar y conectar con la gente emocionalmente, no todos tienen paciencia o conocimiento para ayudar a una persona que quiere salir de una adicción, no todos tienen la disposición o tiempo para hacer largas oraciones por otros hermanos, no todos tienen el deseo o necesidad de visitar y pasar tiempo con los enfermos, o con los presos.

Cada persona es única y tiene una función especial. Así que, en lugar de juzgarnos unos a otros por lo que el otro no puede hacer y yo sí, tenemos que pensar en cómo podemos complementarnos y ayudarnos, cada uno según su propia función y habilidad.

Por supuesto, todos necesitamos a Dios y al Señor Jesucristo como Salvador, pero, en la relación con Dios, la forma de vivir de cada persona puede ser muy distinta.

Así que, antes de intentar ayudar a alguien, o evaluar a una persona, piensa: ¿estoy intentando ayudar a un mono o a un pez? Una vez que entiendas cómo es esa persona, podrás saber si debes ayudarle a encontrar un bosque o un río.

Por otro lado, si sientes que no «encajas» entre determinado grupo, o que eres un «inútil» para el mundo, en lugar de sentirte mal, piensa que quizá eres un pez queriendo trepar un árbol, intenta encontrar cuál es tu llamado de parte de Dios, cuál es tu función, cuáles son tus habilidades y fortalezas personales y no dejes que otros definan lo que eres o debes ser. Pide la guía a Dios y Él te mostrará el camino a seguir.

1 CORINTIOS 12:12-27 (RVA)
|12| Porque de la manera que el cuerpo es uno solo y tiene muchos miembros, y que todos los miembros del cuerpo, aunque son muchos, son un solo cuerpo, así también es Cristo.
|13| Porque por un solo Espíritu fuimos bautizados todos en un solo cuerpo, tanto judíos como griegos, tanto esclavos como libres; y a todos se nos dio a beber de un solo Espíritu.
|14| Pues el cuerpo no consiste de un solo miembro, sino de muchos.
|15| Si el pie dijera: “Porque no soy mano, no soy parte del cuerpo,” ¿por eso no sería parte del cuerpo?
|16| Y si la oreja dijera: “Porque no soy ojo, no soy parte del cuerpo,” ¿por eso no sería parte del cuerpo?
|17| Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oreja, ¿dónde estaría el olfato?
|18| Pero ahora Dios ha colocado a los miembros en el cuerpo, a cada uno de ellos, como él quiso.
|19| Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?
|20| Pero ahora son muchos los miembros y a la vez un solo cuerpo.
|21| El ojo no puede decir a la mano: “No tengo necesidad de ti”; ni tampoco la cabeza a los pies: “No tengo necesidad de vosotros.”
|22| Muy al contrario, los miembros del cuerpo que parecen ser los más débiles son indispensables.
|23| Además, a los miembros del cuerpo que estimamos ser de menos honor, a éstos los vestimos aun con más honor; y nuestros miembros menos decorosos son tratados con aun más decoro.
|24| Porque nuestros miembros más honrosos no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba;
|25| para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que todos los miembros se preocupen los unos por los otros.
|26| De manera que si un miembro padece, todos los miembros se conduelen con él; y si un miembro recibe honra, todos los miembros se gozan con él.
|27| Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y miembros suyos individualmente.

La información sobre las versiones de la Biblia citadas en este estudio y otros puede verla en la siguiente página: Referencias de versiones de la Biblia

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