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¿QUÉ PODEMOS APRENDER DEL LIBRO DE JOB?

Por Pablo Pereyra

El libro de Job es un libro que suele intrigar bastante a los cristianos por la forma en la que presenta al Diablo pidiendo permiso a Dios para afligir a Job. Pero tenemos que comprender el relato como una figura, una alegoría.

El libro de Job, capítulos 1 y 2, nos cuenta que Job era un hombre “justo” y que Satanás fue a hablar con Dios, diciéndole a Dios que este hombre era así porque nunca había sufrido, pero que, si era afligido, iba a maldecir a Dios.

En el 1:6 se nos dice que vinieron los “hijos de Dios” a presentarse delante de Dios, entre ellos Satanás. El nombre “Satanás” en hebreo es satan, que se traduce como “adversario”.

Para ese tiempo, Dios todavía no había revelado que había un querubín que cayó y se rebeló contra Dios (Ez. 28:14), ni que tenemos una lucha contra huestes espirituales de maldad (Ef. 6:12). Satanás no es visto aquí como el archienemigo de Dios, sino como un hijo de Dios que es “adversario” a Dios.

El mundo espiritual es muy complejo y, por estar en un plano que no podemos percibir a los 5 sentidos, es muy difícil de comprender. Por eso Dios ha usado muchas figuras e imágenes para hacernos entender una parte de cómo opera ese mundo espiritual. Incluso el apóstol Pablo, que recibió mucha revelación sobre la batalla espiritual, dijo que “en parte conocemos y en parte profetizamos” (1 Co. 13:9). Así que, no podemos pretender entender todo lo que sucede en el trasfondo espiritual.

Pero como todo esto es muy complejo y había cosas que Dios aún no podía revelar, sino que guardó en secreto, el libro de Job nos presenta al trasfondo espiritual como un cuento para niños, muy simplificado, hablando sólo de un grupo de “hijos de Dios” entre los cuales había uno que era “adversario”, que se oponía a los planes de Dios.

Lo que nos muestra la historia de Job es que hay cosas que escapan al plano humano, por más que una persona se comporte con total rectitud, hay un mundo espiritual de maldad que ataca aún a los que consideramos más “justos”. Nos muestra que en la vida ocurren muchas injusticias y, hasta cierto punto, Dios las permite (o sea, no las impide).

El relato nos dice que el Diablo le pide permiso a Dios para afligir a Job, pero sabemos que no sucede así en la realidad, que el Diablo pone trampas (1 Tm. 3:7; 6:9; 2 Tm. 2:26). El Diablo no pide permiso a Dios, simplemente ataca, pero en el libro de Job, se simplifica la realidad para darnos a entender que, aunque Dios podría detener por completo todo ataque del Diablo, muchas veces deja que suceda, aunque nunca permite que seamos tentados más allá de lo que podemos resistir (1 Co. 10:13).

Job sufrió injustamente y esa injusticia que sufrió lo llevó a dudar de la justicia de Dios y pecar con sus palabras, acusando a Dios de actuar injustamente. Esto es algo que nos puede pasar a todos, las injusticias que sufrimos muchas veces nos llevan a dudar de la justicia de Dios, a preguntarnos “¿por qué?

Tres amigos de Job quisieron ayudarlo, pero éstos acusaban a Job de haberse comportando con maldad y que por eso le habían venido todos estos males.

Había palabras de verdad en lo que estos tres amigos decían, pero estaban diluidas en falsas acusaciones que estaban haciendo contra Job. Esto puede representar a la sabiduría humana, a veces la gente quiere ayudar, incluso citando a la Biblia o hablando de Jesús, pero lo hace desde una perspectiva puramente humana, sin comprender realmente el problema y, en lugar de ayudar, nos perjudican, aún cuando no lo hacen con mala intención.

El relato luego nos presenta a un cuarto amigo, Eliú, que era el más joven, pero que habló con la verdad, expuso a Job su problema, señaló cuál era el pecado y error de Job y actuó como intermediario para que Job luego se conectara con Dios.

Eliú nos deja la lección de la necesidad de un mediador para llegar a Dios, Eliú en el relato vienen a ser una figura de Cristo, que hoy es nuestro mediador ante Dios. Sin el sacrificio de Jesús, ahora no tendríamos un acceso directo a Dios, como pecadores, necesitamos de Jesús como mediador para acceder a Dios.

Una vez que Job aprendió la lección y se arrepintió de haber hablado injustamente contra Dios, Dios le restauró por completo y lo bendijo con mucho más de lo que él había tenido previamente (Job, capítulo 42).

La pregunta que muchas veces nos hacemos es ¿por qué Dios permite la injusticia? Esta pregunta quizá requiere un análisis muy profundo que puede abarcar muchos aspectos y que, probablemente, no podamos comprender por completo en este tiempo. No obstante, creo que hay dos factores principales para que Dios permita que pasemos por situaciones injustas.

1) En primer lugar, Dios necesita poner a prueba nuestra fe (1 Pe. 1:6-9), Dios va a recompensar a los que han obedecido a Su Palabra y le sirven, al sufrir injusticias, es justo para Dios darnos una recompensa por eso. Dios quiere darnos galardones, pero Él es justo, no los puede dar “porque sí”, sino que los dará en base a nuestra obediencia y fe. Resistir la persecución y los ataques del Adversario por causa de la Palabra es una forma de recibir recompensas de parte de Dios (Mt. 5:10-12; Jn. 15:20; 2 Tm. 3:12; 2 Co. 4:17-18; Stg. 1:12; He. 11:36-40; Pr. 17:3).

2) En segundo lugar, las adversidades templan nuestro carácter, nuestra fe, nuestra paciencia y nos purifica la mente y corazón (Stg. 1:2-4; 1 P. 1:6-7; Sal. 26:2; 66:10; 139:23). Además, nos hacen darnos cuenta de lo débiles que somos y de cuánto necesitamos de Dios (2 Co. 12:7-10).

Esto tiene que servirnos para no ser sorprendidos cuando alguien, o nosotros mismos, sufrimos injustamente. Muchas veces sufrimos por causa de nuestras propias malas decisiones, pero otras veces, recibimos los ataques del Enemigo y Dios permite que suframos injustamente. En ese caso, no debemos culpar a Dios por nuestros problemas, ni acusarlo de ser injusto, sino darnos cuenta que es nuestra oportunidad de mantenernos firmes en la fe para ser purificados espiritualmente y ganar nuevas recompensas para el reino venidero.

1 Pedro 4:11-16 (RVA)
|11| Si alguien habla, hable conforme a las palabras de Dios. Si alguien presta servicio, sirva conforme al poder que Dios le da, para que en todas las cosas Dios sea glorificado por medio de Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén.
|12| Amados, no os sorprendáis por el fuego que arde entre vosotros para poneros a prueba, como si os aconteciera cosa extraña.
|13| Antes bien, gozaos a medida que participáis de las aflicciones de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con regocijo.
|14| Cuando sois injuriados en el nombre de Cristo, sois bienaventurados; porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros.
|15| Así que, ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entrometerse en asuntos ajenos.
|16| Pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence; más bien, glorifique a Dios en este nombre.

La información sobre las versiones de la Biblia citadas en este estudio y otros puede verla en la siguiente página: Referencias de versiones de la Biblia

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2 comentarios en «La lección del libro de JOB, el «sufriente justo»»

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